Dos pastores alemanes, típicos representantes de Europa o de EE.UU., consumen más en un año que la vida de cualquier persona de tipo medio en Bangladesh, según las investigaciones de los expertos en sostenibilidad Brenda y Robert Vale, de la Universidad Victoria en Wellington, Nueva Zelanda. Así las cosas, ¿Los males ambientales del mundo son realmente el resultado del número creciente de seres humanos en el planeta, que se prevee llegar al menos a nueve millones de personas para el año 2050? ¿O es más bien debido al hecho de que mientras la población humana se ha duplicado en los últimos 50 años, hemos aumentado nuestro consumo de recursos en cuatro veces?
Después de todo, los cerca de 40.000 asistentes a la reciente conferencia sobre el clima en Copenhague, produjeron más emisiones de gases de efecto invernadero en sólo dos semanas, que 600.000 etíopes en un año. De hecho, los 500 millones de habitantes más ricos del mundo, producen el 50 por ciento de las emisiones mundiales de dióxido de carbono, en comparación con el 6 por ciento producido por los 3 mil millones más pobres del mundo, los estadounidenses consumen 88 kilos de materia (tales como alimentos y agua, pero también plásticos, metales y otras cosas) por día, es decir, día tras día.
En pocas palabras, lo dijeron las Naciones Unidas para la Evaluación de Ecosistemas del Milenio en 2005: "La actividad humana está alterando tanto las funciones naturales de la Tierra, que ya no puede darse por sentado que los ecosistemas del planeta sean capaces de sustentar a las generaciones futuras".
Y el consumismo ni siquiera cumple con su promesa de una vida mejor. "No sólo causa estragos sin precedentes en el medio ambiente, en en muchos casos, tampoco supone el bienestar prometido", afirmaba Christopher Flavin, presidente del Instituto Worldwatch, durante una conferencia de prensa la semana pasada, para divulgar su nuevo Informe del Estado Mundial, "La transformación de las Culturas: del consumismo a la sostenibilidad". "Los tipos de cambios en política que se discutieron en Copenhague, también son fundamentales y, de hecho, se complementan con un cambio cultural [del consumismo a la sostenibilidad]"
¿Qué quiere decir un cambio cultural? Bueno, por ejemplo, un cambio de las actuales formas de enterramiento occidental, inyectando productos químicos tóxicos en los cadáveres, sellándolos en carísimas cajas no degradables, enterrados después en cementerios que conservan el 'verdor eterno' con fertilizantes y pesticidas, diseñados para cicatrizar heridas familiares, así como el medio ambiente local (en última instancia, esto los convierte casi en reservas naturales). "Dos siglos de cultivo intencional del consumismo nos ha llevado a verlo como algo perfectamente natural sin preguntarnos por qué y cómo consumimos", argumentó Erik Assadourian, autor principal del informe de Worldwatch.
Los investigadores del Worldwatch identifican seis instituciones clave que deben ser cambiadas para promover la sostenibilidad: educación, negocios, medios de comunicación, gobierno, movimientos sociales y tradiciones culturales. "No es un proyecto de confección completamente nuevo", apuntaba el coautor del informe y politólogo Michael Maniates de Allegheny College en Pennsylvania. "Hay fuertes elementos culturales que saben apreciar cosas como la frugalidad o el ahorro. Necesitamos volver a centrarnos en esas condiciones de la cultura que exigen que volvamos a esa parte de nosotros que ha sido suprimida".
Tampoco se trata de una ética cultural del consumismo que limite a los países desarrollados, ya que los países en desarrollo lo han adoptado como modelo económico. "El consumismo se extiende por todo el globo", añadió Assadourian, destacando entre otras cosas, que China ya ha superado a los EE.UU. como el mayor mercado de automóviles nuevos, así como el mayor emisor de gases de efecto invernadero. "¿Esto se va a seguir extendiendo? ¿O son los mismos países que empiecen a reconocer que este no es el buen camino?"
Al mismo tiempo, un cambio cultural puede estar ya en marcha, representado por esfuerzos como los de Ecuador, para consagrar los derechos de la "Madre Tierra" en la constitución del país, o los de Estados Unidos, basados en un sistema de fabricación que pueda crear un producto que no requiera el uso de nada del mundo natural que el mundo natural no pueda sustituir.
En términos generales, sin embargo, estos esfuerzos han quedado sumergidos en un mundo inundado por la creciente ola de consumismo, en especial alrededor de los más recientes artilugios electrónicos. Pero quizás la lujuria de la última repetición mercantil de Apple pueda ser sustituida por lo que el inventor Saúl Griffiths llama el "legado de la cultura", productos que duran toda una vida y más allá. "En esencia, el mundo de lo desechable será sustituido por lo sostenible", señalaba Assadourian, "un mundo donde el machismo no está asociado con el tamaño de un coche, hasta no ser necesario tener ninguno en absoluto".
En otras palabras, tenemos una economía estúpida dirigiendo a los consumidores. Ah, dicen los anunciantes: "No somos tontos, ni ignorantes, ni siquiera tenemos valores necesariamente malos respecto al medio ambiente", agregaba Maniates. "Estamos tratando de hacer lo mejor posible dentro de los sistemas culturales que realzan las opciones no sostenibles".
Por supuesto, y al mismo tiempo, a Worldwatch le gustaría vender a $ 19.95 una versión de bolsillo de su informe, o a $ 9.95 en un PDF, o meter su documento electrónico en un Kindle (otro artilugio) ... Evitar las conexiones de la ética capitalista de consumo sigue siendo algo más fácil de decir que hacer.
David Biello 26/01/2010
Fuentes: BitNavegantes (Castellano)
Scietific American (Inglès)
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